La democracia del sobre

La democracia del sobre

» ELDER | VEGA MARTÍNEZ
) Hecho Digital
Viejos sabuesos del sarcasmo político, Torcuato y Sarauato, se embarcan en una expedición por la zona maya de Quintana Roo. No buscan pirámides ni cenotes, sino rastros del nuevo deporte extremo: La lucha libre electoral estilo Morena.

“Aquí los madrazos no son metafóricos, Sarauato” —dice Torcuato, mientras se ajusta el sombrero de explorador—. “Son como la segunda pelea de Julio César Chávez contra Meldrick Taylor y la cuarta entre Manny Pacquiao y Juan Manuel Márquez, pero con más billetes y menos dignidad.”

Desde el primer kilómetro, los rumores les llegan como tambores de guerra: Carretadas de dinero corren bajo tierra como topos con GPS, guiadas por dos estructuras guindas que no escatiman en caballos ni en jinetes. Gino Segura Vázquez, el senador con más músculo que discurso, y Rafael Marín Mollinedo, el aduanero que todo parece indicar que cabalga con la venia y probablemente la bendición presidencial, han soltado a sus tropas en la selva electoral.

“Y no están mancos, compadre. Traen la cartera más gorda que el ego de un influencer de los Supernova Strikers”, suelta Sarauato entre risas, a la vez que Torcuato añade: “En el reino de MARAlandia creían tullido al llamado “Rafa” y éste, obligado por las circunstancias, para no rezagarse en el querer del electorado, salió contestario. Ya asustó al “Delfín” de la doña de Palacio del imperio y hasta esta misma. Sólo falta que lo adormezca con anestesia, como lo hizo Alanalarana (Alana Flores) con Gala Montes en ese reality show“.

Mientras recorren El Tamarindo (en Felipe Carrillo Puerto), Torcuato y Sarauato se topan con una escena digna de villancico tropical: Santa Claus adelantó su trineo y ahora no distribuye juguetes entre pequeños, sino que reparte billetes a personas de 18 años y más.

La estampa corresponde a coordinadores (as) de estructura de ambos políticos que son como el agua y aceite. Ellos se dan a la tarea de repartir a un billete con la efigie de Benito Juárez e Ignacio Zaragoza a quienes aceptan simpatizar con “El delfín” o el “Tutti capi” aduanal, siempre y cuando firmen su adhesión en una bitácora y permitan fotografiar su credencial de electoral para votar, a fin de anexarla al propio cuadernillo de registro.

“¡Feliz navidad, chamacos y chamacas… Feliz navidad abuelito y abuelita! Aquí tienes 500 pesotes”, ironiza Torcuato, aludiendo a la chamba de los operadores (as) políticos que compara con encuestadores del INEGI.

“¿Encuestadores del INEGI? —inquiere Sarauato—. ¡Que va! Estos operadores cobran un sueldo como si fueran encuestadores de la NASA. Y la piedra es más sabrosa para los sapos más gordos” (los operadores políticos que supervisan a los coordinadores).

La conversación se torna más ácida cuando mencionan al precoz Marty McFly (como aluden a Gino) , que ya anda viajando al 2027 con su candidatura en el DeLorean. Y claro, en el lubridio de los locuaces, no podía faltar Emmett Brown (“Rafa”), que sigue como sombra a Marty.

¡Qué futurismo tan lucrativo!”, exclama Torcuato. “La política ya no es sólo ciencia, ahora es ciencia ficción con presupuesto público.”

En eso están Torcuato y Sarauato cuando se topan con otras piedras rodantes: Los operadores (as) de los presidentes municipales de Felipe Carrillo Puerto y Tulum, Maricarmen Candelaria Hernández Solís y Diego Castañón Trejo, respectivamente. Ambos tienen a sus tropas trabajando como si fueran fajineros de la democracia, con sueldos que harían llorar de envidia a cualquier burócrata.

“De amigos, ahora se dan hasta con la cubeta. Y eso que todavía no empieza la campaña”, comenta Sarauato.

Metros más adelante, las comadres Frígida Torbellina y Lichi Clitoriana protagonizan su propia telenovela electoral.

“¡No me puedes voltear la espalda ahora que quiero ser diputada federal independiente o tal vez postulada por Que siga la Democracia, si obtiene su registro!” (como partido político), grita Clitoriana.

“Entiéndeme, Clito, el estómago no conoce de compadrazgos. Y como líder de la comunidad, una lanita no me cae mal; además por el que tengo que velar es por mi ahijado, no por ti. Lo tuyo, perdóname la franqueza, es un sueño guajiro porque sin dinero te van a dar una arrastrada, tan humillante como la que las Diablitas de Hondzonot propinan a tantas rivales se le ponen en frente, porque las elecciones se deciden con billullo”, suelta Torbellina con pragmatismo brutal. “

“¿Sabes qué?.. ¡Vete a la Burger King!”, sentencia Clitoriana a Torbellina, antes de que se jalaran de los chongos y Torcuato y Sarauato se vieran en la necesidad de intervenir para separarlas.

“La política, que debería elevar el civismo, lo corrompe”, susurra Torcuato.

“¿Puede el civismo sobrevivir cuando la política lo convierte en cliente?” —cuestiona Sarauato, al tiempo que resume: “En la democracia del sobre, la ética se pliega y se entrega con firma, copia y credencial de elector.”

El reloj marca ya las 18:32 horas, coincide con hermosa puesta de sol. El astro rey desaparece en el horizonte justo, justo en el momento que sonidos monofónicos en un solo tono agudo irrumpen en la cotidianidad de El Tamarindo.

No se trata del tren maya, sino del claxon del taxi que ha regresado por los protagonistas de esta columna.

“Vámonos, Sarauato” —apresura Torcuato, agotado de tanta tragicomedia política

Y así, entre carcajadas, indignación y frases que pican como chile habanero, los dos exploradores del cinismo dan por concluida su travesía por la selva electoral, donde los votos se compran, las comadres se traicionan, el civismo se vende por kilo y la oposición —que debiera acicatar a los duendecillos del bosque para investigar el origen de la esplendidez en tiempos que no son de competencia política por parte de quienes manejan recursos públicos— , anda más dormida que un koala.

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